El comienzo


Empiezo a hablar de amor con las sirenas, sus voces ya no se confunden con toscos y metálicos tambores.
Me habitan, percibo sus sonidos, me acompañan, quieren dialogar, me urgen respuestas, se adentran y buscan ecos familiares. Siempre han estado aquí sobreviviendo a los embates de la “realidad” que un día impuse como conducta inamovible.
De pronto, un resquicio, un segundo... tiempo y espacio suficientes para que la que canta más profundo se haya metido en mi sangre, avance, se expanda. Su efecto me recorre, respondo a su voz, sube a mi oído y me dice tanto que logra llegar al centro de mis latidos.
Me observa, me intuye, me investiga, me convoca, me provoca, me regalael mundo en cada sueño, en cada realidad que agrega a mis sentidos.
No me es ajena, nunca más me será ajena. Compartimos el mar a pesar de la distancia. Ruego al Universo que alguna ola viajera, la más inquieta de todas, la que no se detiene, la traiga a mi lado.
Bajo la guardia... ¡Que canten las sirenas, yo lo haré también!

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